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Damián Verzeñassi, el médico que investiga el impacto de la explotación petrolera en nuestros cuerpos

Damián Verzeñassi es especialista en medicina integral, pero podemos definirlo como un defensor de la salud en tiempos de toxicidad. Actualmente dirige el Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario. Desde ese lugar, divulga información con base científica sobre el impacto de todo tipo de agrotóxicos y contaminantes en las poblaciones de la Argentina.

Hace más de diez años, Verzeñassi se hizo conocer en gran parte del país a través de la Asamblea de los Pueblos Fumigados y su lucha para evitar la contaminación con agrotóxicos en la región pampeana. Es uno de los médicos que se plantó ante multinacionales como Monsanto, y el entramado de poder sojero que contamina poblaciones rurales. Junto a un gran grupo de profesionales de la salud, viene realizando un registro exhaustivo de estos episodios,  caso por caso, y corroborando las consecuencias de las fumigaciones en las comunidades rurales. Hechos de contaminación que llamaron la atención de las comunidades, en medio del silencio de los organismos de gobierno y los grandes medios de comunicación.

A mediados de este 2025,  junto a su colega Facundo Fernández presentaron el libro “Salud en contextos de cambio climático”, una obra que aborda los impactos del calentamiento global en la salud humana y territorial. De allí se desprende el concepto de “territorios sanos” que este médico trajo a Neuquén a principios de noviembre, en el marco de una charla abierta que contó con más de 100 participantes y que se desarrolló en el Salón Azul de la Universidad Nacional del Comahue. 

Verzeñassi llegó al Alto Valle con todo este background para analizar y dar su mirada acerca de Vaca Muerta y el impacto de la explotación de petróleo y gas no convencionales en la salud de la población. Si bien la punta de lanza de las investigaciones pasa por la emisión de metano en el ambiente durante el proceso de extracción de hidrocarburos, el trabajo actual de los equipos médicos abarca todo tipo de contaminaciones posibles y de consecuencias sobre los cuerpos de las personas que viven cerca de estas explotaciones. Las torres de explotación no convencionales están cada vez más cerca de nuestras poblaciones, no solo rurales sino también urbanas.

¿Cuáles creés que son los puntos en común entre las investigaciones que realizaron en su momento en toda la región pampeana con relación a la contaminación en las fumigaciones y este relevamiento que hacen ahora en Vaca Muerta?

— El metano es un síntoma de un modelo de producción que se instaló en nuestros territorios con la lógica del extractivismo, que solo responde a la necesidad del norte global de recuperar habitabilidad en sus territorios a costa de los nuestros. Entonces, nosotros no estamos analizando el metano, estamos analizando un modo de organización del mundo que ha definido que algunos territorios tienen que salvarse y recuperar su salud a expensas de los otros. Y en esos otros estamos nosotros, acá, en el sur global, soportando este embate del avance de los extractivismos, del avance de todos estos modos malsanos que son fundamentalmente hidro-dependientes y por eso vienen acá, que son energía-dependientes y entonces vienen acá, pero que sobre todas las cosas responden a una lógica de acumulación por despojo. Y ahí es la agroindustria en la zona donde puede haber agroindustria, es el hidrofracking donde puede haber hidrofracking, es el offshore donde puede haber offshore, es la minería donde puede haber minería, son las plantaciones de pinos o de eucaliptus donde puede haber plantaciones para hacer después celulosa, es el avance sobre los territorios para sacar el litio. Es una lógica de ver a los territorios reducidos a sus condiciones de contenedores de recursos, en vez de reconocerlos como el espacio fundamental para que la vida sea posible. 

Lo que más me preocupa a mí es el avance que hay, es la apropiación sobre los conocimientos, saberes y específicamente sobre los territorios hidrológicos: los ríos y lagos que nos constituyen”.

El médico santafecino presentó en Neuquén un informe denominado “Sistema energético, metano y salud”, en el que, junto a un equipo de especialistas, analiza las consecuencias directas e indirectas de la exposición de nuestros cuerpos al metano en los territorios en los que se explotan hidrocarburos no convencionales. Se trata de un contaminante secundario, tóxico para la salud de las personas y los ecosistemas. El metano contribuye a la formación de ozono troposférico, que constituye un factor de riesgo consolidado para múltiples patologías. Su carácter altamente oxidante le permite penetrar en las vías respiratorias inferiores y desencadenar procesos inflamatorios, oxidativos y sistémicos.

En cuanto a nuestros corazones, la exposición al ozono aumenta la incidencia y la mortalidad por enfermedades cardiovasculares (ECV), como por ejemplo cardiopatía isquémica, hipertensión e insuficiencia cardíaca. Ciertas poblaciones muestran una mayor vulnerabilidad a estos efectos, en particular las infancias, personas ancianas, obesas y con afecciones preexistentes.

Además, la exposición al ozono troposférico es vinculada a alteraciones de la salud reproductiva y en los resultados del desarrollo fetal. Durante el embarazo, se asocia con un incremento significativo de cardiopatías congénitas. Y si bien la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) no ha clasificado ni al metano, ni al ozono troposférico en ninguno de sus grupos de carcinogenicidad, sí ha clasificado la contaminación atmosférica ambiental en su conjunto como carcinogénica para los humanos. Otra vez, el metano no es el principal acusado, pero es partícipe necesario de lo que ocurre en nuestros cuerpos.

— ¿En qué creés que se avanzó en estos últimos años de defensa de los territorios? ¿De qué nos sostenemos para tener una mirada positiva? 

— Yo creo que hoy tenemos dos cosas positivas en algún aspecto. La primera es que ya hay un corpus de información científica académica que hace 20 años atrás nos decían que había que generar. Entonces hoy ya podemos decir que no hay ninguna posibilidad de que una discusión respecto de los modelos de producción sea una discusión académica, porque la información científica académica ya es contundente. Estos modos de producción son malsanos, son destructores de la vida y no hay forma de que lo puedan discutir. Entonces, ya resuelto eso, hoy tenemos que aceptar que la discusión es absolutamente política, y es geopolítica, entonces yo creo que eso es un avance porque nos permite desmontar las falacias del desarrollo. Hace 30 años teníamos 2,3% de hambrientos en el país y hoy tenemos 8,6%. La agroindustria se instaló en nuestro país hace 30 años con el discurso de que nos salvaba de la pobreza. Hace 30 años teníamos 22% de pobreza en nuestro país, hoy tenemos entre un 40% y un 50%, depende de quien lo mida. Y lo segundo es que sabemos que ahora no solamente estamos peor que hace 30 años, sino que además tenemos los territorios peor: enfermos, contaminados, dañados, nuestros cursos de agua ya no son las fuentes de vida que eran hace 30 años. Y eso ocurre acá, ocurre en la Patagonia, ocurre en el Norte, ocurre en el Litoral, ocurre en la Costa Atlántica, y ahí es donde nosotros entendemos, hay un hilo conductor clarísimo para poder entender el embate que tienen los extractivismos y estos modelos geopolíticos sobre nuestros cuerpos y territorios.

Si bien estas luchas trascienden todo tipo de gobiernos, de signos políticos diversos a través de los años, ¿qué cosas te alertan sobre este gobierno nacional actual? 

— Hay un consenso extractivista que atraviesa los últimos 30 años de gobiernos en nuestro país sin ningún tipo de interrupción, y pasaron los que pasaron, que fueron de todos los colores, y todos sostuvieron la lógica extractivista como la bandera del horizonte del país. Lo que está ocurriendo en estos últimos dos años es que hay una aceleración en el proceso de acumulación por despojo, y que han decidido venir por todo lo más rápido posible porque ven también que queda poco tiempo para que las comunidades salgan del rol que hoy tenemos donde lamentablemente no hemos logrado trascender las luchas más allá de los grupos estrictamente o directamente involucrados. Entonces ahí es donde yo creo que nosotros tenemos que pensar estrategias de organización que nos permitan salir de los microclimas, salir de hablarnos a los convencidos para convencernos más, entre los que ya estamos convencidos, y empezar a pensar cómo dialogamos con los que están afuera. Porque así siguen avanzando las lógicas neofascistas que hoy están gobernando nuestro país y están gobernando en varios lugares del planeta, y que tienen como único objetivo garantizar recursos a los poderosos, que son los mismos de siempre, que son ese 1% del planeta responsable del 26% de millones de gases de efecto invernadero que nos generan el daño que nos están generando. 

¿Y desde qué lugar creés que se puede poner un freno?

— La única forma que yo entiendo hay para poner un freno a eso es con la organización social y desde los territorios resistentes. Y acá también es cierto, claro, no hay extractivismo si no hay represión; no hay extractivismo si no hay modificaciones políticas para poner los estados al servicio de los extractivismos; y por eso tenemos que, creo yo, ser cada vez más inteligentes en los modos de organización para poder disputar también esos espacios. No confundirnos: yo creo que no es la única disputa. Yo creo que se llega a disputar los espacios representativos a partir de ganar las luchas en las calles para resistir desde ahí, y para tener bien controlados a los que pongamos como representantes en los espacios de discusión electoral. 

¿Qué es lo que más te preocupa puntualmente, en estos últimos días, a partir de todo lo que estás viendo? 

— Lo que más me preocupa a mí es el avance que hay, es la apropiación sobre los conocimientos, saberes y específicamente sobre los territorios hidrológicos: los ríos y lagos que nos constituyen. Hoy estamos en un problema muy grave que es, se están apropiando de nuestros territorios hidrológicos. Se están apropiando de nuestras fuentes de vida.

Fotos de Emiliano Ortiz – @emoortiz